Abril de Resurrección

Resurrección y abril forman una dupla casi inseparable en nuestro imaginario social cristiano. Representan la vida en toda su pujanza, aunque reconociendo que no todas las flores de primaverales llegan a permutar en frutos estivales y no todos los propósitos de la Pascua ...

Abril de Resurrección

Resurrección y abril forman una dupla casi inseparable en nuestro imaginario socialcristiano. Representan la vida en toda su pujanza, aunque reconociendo que no todas las flores de primaverales llegan a permutar en frutos estivales y no todos los propósitos de la Pascua aguantan los coletazos de las heladas y tormentas de un mundo secularizado y atrincherado en su bienestar. 

Dos mensajes cuaresmales hemos recibido este año: el oficial para toda la cristiandad y el especial para el entorno mediterráneo. Aquel nos ayuda volver la mirada, en un cara a cara de oración, al amor de Dios que se entrega en la Pascua de tal manera que nos deja fascinados por su entrega y dispuestos a contrarrestar “la presencia del mal en nuestra vida, en el mundo y en la Iglesia”. Respondiendo de modo libre y generoso, siempre sentiremos en nosotros el dinamismo espiritual de la Resurrección que nos empuja abrir corazón, brazos y labios con un sentimiento: Paz.

El mensaje de Bari tiene aires más contemporáneos, aunque también aquel nos invitaba a mirar las “llagas actuales” del Cuerpo de Cristo. En Bari, puerto italiano hacia el Oriente,  cobran protagonismo dramático los migrantes y otros temas de guerras y abusos que han dejado un panorama de “tierra quemada” que el Papa sueña en convertir en un “un jardín florecido”. Más fuerte no puede sonar su no a los muros y vallas. El mediterráneo fue siempre un encuentro de civilizaciones y culturas; hoy las naciones sueñan en cerrar puertos y fronteras. La Pascua nos llama a  convertir la “mediterraneidad” en puerto de acogida y resurrección de quienes no tienen vida en sus sepulcros africanos.

El mediterráneo no puede ser sepulcro anónimo ni fosa común. Mis recuerdos me llevan a la ceremonia de un capuchino fallecido en 1886 en el océano Índico camino de las misiones del Extremo Oriente. Los cañonazos del barco y honores militares que acompañaron a su “entierro”  contrastan con la indiferencia, el rechazo y hasta suspiro de alivio cuando nos telecomunican naufragios  o restricciones de cuotas de emigrantes. 

El Jesús que salió del sepulcro y atravesó muros y puertas, cerradas por el miedo, tiene que “infundir esperanza en quien la ha perdido y animar, a quien está encerrado en sí mismo, a no temer al hermano. El San Antonio que naufragó en el Mediterráneo nos ayude a llegar a buen puerto. La acogida dará paso a una convivencia pacífica interreligiosa e interracial. Solo el encuentro fraterno producirá  un florecer social que no se agoste.

Valentín Martín

 

Otros contenidos

San Antonio y su amor al crucificado

San Antonio y su amor al crucificado

Cuentan los biógrafos de la vida de San Francisco de Asís, que un día la gente vio que este gran santo iba por la calle llorando amargamente. Se quedaron preocupados pensando que tendría algún problema o enfermedad, y se acercaron a él para preguntarle: ...

Más info
Diálogo de Cuaresma

Diálogo de Cuaresma

La vida, como problema, está planteada en forma de diálogo. Diálogo no es el discurrir plácido en divagaciones intrascendentales, ni el charlar gitano en la plaza o en el parque.

Más info